Una superviviente húngara de Auschwitz dice que el mundo no ha aprendido la lección

Por Krisztina Fenyo y Krisztina Than

BUDAPEST, 17 ene (Reuters) – Cuando Agnes Darvas fue deportada de Hungría a Auschwitz en 1944, se libró de ser enviada directamente a las cámaras de gas con otros niños, en gran parte porque le habían robado el abrigo en el gueto y su madre le había cortado las trenzas por miedo a los piojos.

El abrigo que le había prestado su madre y el peinado improvisado la hicieron parecer mayor a los ojos de Joseph Mengele, el “Ángel de la Muerte” de Auschwitz, que elegía quién era apto para trabajar en el campo y quién debía ser asesinado, explicó a Reuters Darvas, que ahora tiene 92 años.

“Durante la selección, Mengele se dejó engañar por mi pelo corto y mi abrigo, aunque yo solo tenía 12 años”, dijo en su casa del centro de Budapest antes del 80º aniversario de la liberación de Auschwitz, el 27 de enero.

A ella y a su madre las enviaron al campo de concentración de Plaszow a trabajar en una cantera con un pico tan pesado como ella y luego las trasladaron a otro campo, Mauthausen. Cuando llegaron al campo de exterminio de Bergen-Belsen, ya no podía andar, solo gatear, debido a la fiebre tifoidea y al cólera que contrajo por el agua sucia.

En los días previos a la liberación del campo por los soldados británicos, el 15 de abril de 1945, no había agua. Ella lo describió como “el infierno de todos los infiernos”.

“Los británicos entraron, (…) utilizaron altavoces desde los vehículos para decir que ya eran libres y que les sacaríamos de este infierno”, dijo. “Había montones de cadáveres alrededor”.

Más de 1,1 millones de personas, en su mayoría judíos, perecieron en Auschwitz, el campo de exterminio creado por la Alemania nazi en la Polonia ocupada para llevar a cabo la “Solución Final” de Hitler para exterminar a los judíos europeos.

Medio millón de judíos húngaros fueron asesinados allí y en otros campos de exterminio nazis en 1944, incluida toda la familia de Darvas.

“Teníamos una familia bastante numerosa, 72 parientes cercanos, primos, tías”, cuenta Darvas, mientras repasa fotos de su infancia feliz y, según ella, mimada en la villa familiar.

El mundo aún no ha aprendido las lecciones de los horrores sufridos por tanta gente, dijo.

“La gente cree que si conmemoran, estas cosas no ocurrirán. Pues bien, esto ocurre todos los días, quizá no con los judíos, pero sí con otras etnias. (…) Nunca ha habido tanta crueldad en el mundo”.

(Información de Krisztina Than; edición de Philippa Fletcher; edición en español de Mireia Merino)

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