Por Oliver Griffin
BOGOTÁ, 10 feb (Reuters) – Los migrantes colombianos deportados de Estados Unidos en los primeros días de la administración del presidente Donald Trump denunciaron que recibieron un trato degradante, pero algunos admitieron que aún quieren intentar regresar a Estados Unidos.
Daniel Vásquez, de 40 años, esperaba ser liberado rápidamente después de que fue detenido por funcionarios de inmigración estadounidenses tras cruzar la frontera mexicana en enero.
Vásquez pagó 500 dólares a un grupo de contrabandistas de personas, o “coyotes”, para que le ayudaran a cruzar la frontera, y el líder le dijo que las detenciones duraban sólo unas horas.
Pero el deportado, quien estuvo detenido más de una semana en los centros de inmigración de San Diego, California, y Laredo, Texas, describió la experiencia como una “montaña rusa de emociones”.
Las condiciones en San Diego eran de hacinamiento, recordó, mientras relató que las luces brillantes lo mantenían despierto. También afirmó que lo trasladaron en avión a Laredo, lo retuvieron cuatro días y lo devolvieron a San Diego. En todos los casos lo transportaron encadenado.
“Sentir esas esposas y sentir esa situación fue demasiado extraño para mí. Y fue deprimente, fue impactante (…), denigrante”, afirmó.
Los funcionarios estadounidenses llevan mucho tiempo sujetando a los migrantes con cadenas y esposas durante el tránsito. Pero desde que Trump asumió el cargo el mes pasado, gobiernos de todo el mundo se han quejado de trato inhumano en los vuelos de deportación.
Los deportados en un vuelo procedente de Brasil dijeron a los medios de comunicación locales que sufrieron malos tratos y que se les negó las pausas para ir al baño. Vásquez dijo que en su vuelo vio a mujeres orinar en sus asientos.
El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) no respondió a las preguntas sobre el trato dispensado a los migrantes en los vuelos, ni sobre la denegación de descansos para ir al baño a los detenidos.
Vásquez estaba en uno de los vuelos de deportación a Colombia devueltos por el presidente colombiano Gustavo Petro, que denunció el mal trato a bordo. La acción de Petro llevó a un enfrentamiento comercial con Trump que terminó cuando Bogotá anunció que enviaría sus propios aviones para traer a los migrantes a casa.
APOYOS DE ALGUNOS GOBIERNOS A ESTADOS UNIDOS
Los Gobiernos de Brasil e India también se comprometieron a colaborar con Estados Unidos para garantizar que los migrantes reciban un buen trato en los vuelos de deportación.
El presidente de Guatemala aceptó acoger a deportados de otras nacionalidades, mientras que El Salvador ofreció sus cárceles al Gobierno estadounidense.
José Vicente Suárez, otro colombiano de 58 años, también iba a ser deportado en uno de los vuelos bloqueados por Petro.
Suárez inició su viaje hacia el norte en mayo pasado, abriéndose paso a través del Tapón del Darién, un peligroso tramo de selva en Panamá, y por Centroamérica hasta llegar a México, donde, según dijo, otros migrantes sufrieron robos, violencia y agresiones sexuales.
El viaje le costó alrededor 25 millones de pesos colombianos (unos 6.000 dólares estadounidenses) y le dejó endeudado. Tras más de siete meses de viaje, fue deportado a las dos semanas de cruzar la frontera estadounidense.
Suárez también se quejó del mal trato recibido en San Diego antes de ser inmovilizado y trasladado en avión a El Paso, Texas.
“Ellos le dan maltrato a uno psicológicamente” dijo Suárez, al narrar que le despertaban hasta cinco veces por noche y le obligaban a permanecer sentado hasta 90 minutos en un pasillo, una experiencia similar a la que relató Vásquez.
El ICE no respondió a preguntas sobre denuncias de malos tratos en centros de detención de migrantes.
Vásquez no tenía manera de informar a su familia de dónde se encontraba y recurrió a escribir los números de teléfono de sus familiares en paquetes de cartón con pasas y entregarlos a otros detenidos que iban a ser puestos en libertad. Más tarde se enteró de que una migrante liberada se puso en contacto con su hermana.
Vásquez, que dijo haber entrado anteriormente en Estados Unidos con visados diferentes, está intentando regresar y trabaja con un abogado para hacerlo legalmente, convencido de que tiene mejores oportunidades de trabajo.
Sin embargo, Suárez que fue por trabajo y para reencontrarse con sus hijos que viven en Estados Unidos, reconoció que no tiene ningún deseo de volver a probar suerte.
“Yo no la aconsejo a nadie de que se vaya”, afirmó.
(Reporte de Oliver Griffin. Escrito por Luis Jaime Acosta)