Por Malgorzata Wojtunik y Marissa Davison
ROMA, 6 mar (Reuters) – Con un ramo de rosas amarillas en la mano, Carmela Vittoria Mancuso, de 79 años, acude cada mañana al hospital Gemelli de Roma y por la tarde se dirige a la Plaza de San Pedro del Vaticano para rezar por el papa Francisco.
El Sumo Pontífice, que tiene 88 años y lucha contra una neumonía doble, ingresó en el hospital Gemelli el 14 de febrero y no se le ha visto en público desde entonces. El Vaticano informó el jueves que había pasado otra noche “tranquila” y estaba descansando.
La diminuta Mancuso, que asiste diariamente a misa en la capilla del hospital desde que Francisco fue ingresado, viaja en tren para unirse a los fieles en la plaza de San Pedro para rezar el rosario.
“He estado en una peregrinación continua”, dijo Mancuso, señalando que el 28 de febrero fue particularmente conmovedor cuando se enteró de que el Santo Padre tuvo una “crisis respiratoria aislada”.
“Me enteré por otras personas de que (el Papa) había empeorado. Fue un momento de desánimo. Participé en el rosario en el que estuve a punto de llorar”, dijo.
Mancuso se encontró por primera vez con el papa Francisco en diciembre de 2017 en la Casa Santa Marta, su residencia en la Ciudad del Vaticano. Ella gritó: “¡Saludos, Santo Padre!”, mientras él saludaba al personal, y recordó que “mientras hacía el brindis, se dio la vuelta y dijo ‘Gracias'”.
Desde entonces, Mancuso ha asistido a las audiencias semanales de los miércoles con Francisco, ofreciéndole rosas amarillas que simbolizan la bandera vaticana.
Originaria de Calabria, en el sur, pero residente ahora en el barrio romano de Monteverde, Mancuso camina por los adoquines de la plaza de San Pedro para la oración de la tarde.
Envuelta en un abrigo y una bufanda contra el frío de finales de invierno en el hemisferio norte, toma asiento en primera fila para rezar por el Santo Padre y la “ternura, alegría y exultación” que, en su opinión, le hacen especial.
(Editado en Español por Ricardo Figueroa)