Dos muertes papales con 20 años de diferencia, una esperada, la otra una sorpresa

Por Philip Pullella

CIUDAD DEL VATICANO, 21 abr (Reuters) – Cuando el Papa Juan Pablo II murió la noche del 2 de abril de 2005, el mundo entero sabía que llegaría en cualquier momento.

Llevaba días en su lecho de muerte y la luz de la ventana de su dormitorio con vistas a la Plaza de San Pedro se había convertido en una conexión tangible con los fieles.

Veinte años después, la muerte del Papa Francisco el lunes a los 88 años fue una sorpresa a pesar de que todavía estaba convaleciente tras una hospitalización por una doble neumonía.

En los últimos días, Francisco hizo varias apariciones públicas. Aunque muy breves, enviaron señales tranquilizadoras de que estaba decidido a volver lentamente al trabajo.

Muchos romanos estaban fuera de la ciudad por las vacaciones de Semana Santa, por lo que la mayoría de las personas que se dirigieron a la plaza tras enterarse de su muerte eran turistas que acudían en gran parte por curiosidad.

En cambio, cuando murió Juan Pablo II, decenas de miles de personas habían estado rezando en la plaza durante todo el día y hasta la noche. El arzobispo (ahora cardenal) Leonardo Sandri estaba en los aposentos papales y llamó a monseñor (ahora arzobispo) Renato Boccardo, que dirigía el rosario y estaba a punto de iniciar una procesión en la plaza.

Sandri dijo a Boccardo que esperara. Salió de los aposentos papales y se unió a Boccardo en la escalinata de San Pedro para anunciar a la multitud que Juan Pablo II había “vuelto a la casa del padre”.

La multitud lloró. Pero no se sorprendió.

El Papa Benedicto XVI, predecesor inmediato de Francisco, murió a los 95 años en 2022, alejado de la luz pública tras renunciar al papado en 2013.

ENTORNO MODESTO

Francisco murió en su pequeña suite de la pensión Santa Marta, donde eligió vivir tras su elección en 2013, renunciando a los espaciosos apartamentos papales del Palacio Apostólico, que dan a la Plaza de San Pedro y se extienden simbólicamente al mundo.

Las ventanas del apartamento de Francisco dan a un pequeño patio interior, cerca de la Basílica de San Pedro y de un imponente muro defensivo centenario que hace de frontera entre el Estado más pequeño del mundo y Roma.

Sin nadie mirando desde debajo de sus ventanas para representar el abrazo del mundo exterior el lunes por la mañana, Francisco murió de forma mucho más privada.

El lunes por la mañana, el cardenal Kevin Farrell, camarlengo que supervisará la gestión de los asuntos ordinarios en el Vaticano durante las próximas semanas, anunció la muerte del Papa en el canal de televisión del Vaticano.

Farrell habló desde una pequeña sala, flanqueado por algunos altos funcionarios vaticanos, mirando a una cámara. Utilizó exactamente las mismas palabras que Sandri había pronunciado hace 20 años en un contexto mucho más emotivo.

El Papa, dijo Farrell, había “vuelto a la casa del Padre”.

(Edición de Crispian Balmer, Editado en español por Juana Casas)

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