GAZA, 12 ago (Reuters) – La estudiante Maha Ali estaba decidida a convertirse algún día en periodista e informar sobre los acontecimientos de Gaza. Ahora ella y otros estudiantes solo tienen una ambición: encontrar comida en un momento en que el hambre asola el enclave palestino.
Mientras la guerra hace estragos, Ali vive entre las ruinas de la Universidad Islámica, una institución educativa antes llena de actividad que, como la mayoría de las demás de Gaza, se ha convertido en un refugio para desplazados.
“Llevamos mucho tiempo diciendo que queremos vivir, que queremos recibir educación, que queremos viajar. Ahora decimos que queremos comer”, afirma Ali, de 26 años.
Ali forma parte de una generación de gazatíes, desde la escuela primaria hasta la universidad, que dicen que casi dos años de ataques aéreos israelíes, que han destruido las instituciones del enclave, les han quitado la educación.
Más de 60.000 personas han muerto en la respuesta de Israel al ataque del grupo miliciano palestino Hamás del 7 de octubre de 2023 contra sus comunidades del sur, según las autoridades sanitarias de Gaza. Gran parte del enclave, que sufría pobreza y una elevada tasa de desempleo antes de la guerra, ha sido demolido.
El ministro de Educación palestino, Amjad Barham, acusó a Israel de llevar a cabo una destrucción sistemática de escuelas y universidades que ha dejado, según afirma, 293 de las 307 escuelas destruidas total o parcialmente.
“Con esto, la ocupación quiere matar la esperanza dentro de nuestros hijos e hijas”, dijo.
No hubo comentarios inmediatos del ejército ni del Ministerio de Asuntos Exteriores israelíes.
Israel ha acusado a Hamás y a otros grupos milicianos de instalarse sistemáticamente en zonas y estructuras civiles, incluidas escuelas, y de utilizar a civiles como escudos humanos.
Hamás rechaza las acusaciones y, junto con los palestinos, acusa a Israel de ataques indiscriminados.
DESTRUCCIÓN GENERALIZADA
La Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas dijo que, según la última evaluación de daños realizada por satélite en julio, el 97% de las instalaciones educativas de Gaza han sufrido algún tipo de daño y el 91% necesitan una rehabilitación importante o una reconstrucción completa para volver a ser funcionales.
“Las restricciones impuestas por las autoridades israelíes siguen limitando la entrada de suministros educativos en Gaza, lo que socava la escala y la calidad de las intervenciones.”
Estas duras estadísticas pintan un futuro sombrío para Yasmín al-Za’aneen, de 19 años, que está sentada en una tienda de campaña para desplazados clasificando libros que han sobrevivido a los ataques israelíes y a los desplazamientos.
Recuerda lo inmersa que estaba en sus estudios, imprimiendo papeles, buscando una sala de estudio y acondicionándola con luces.
“A causa de la guerra, todo se paró. Es decir, todo lo que había construido, todo lo que había hecho, en cuestión de segundos desapareció”, dijo.
No hay esperanzas inmediatas de alivio y vuelta a las aulas.
Los mediadores no han logrado un alto el fuego entre Israel y Hamás, que desencadenó el conflicto matando a 1.200 personas y tomando como rehenes a 251, según los recuentos israelíes.
En lugar de ello, Israel planea una nueva ofensiva en Gaza, que el primer ministro, Benjamin Netanyahu, dijo el domingo que esperaba completar “con bastante rapidez”, mientras el Consejo de Seguridad de la ONU escuchaba nuevas demandas para poner fin al sufrimiento en el enclave palestino.
Así, Saja Adwan, de 19 años, estudiante de matrícula de honor del Instituto Azhar de Gaza que vive en una escuela convertida en refugio con su familia de nueve miembros, recordó cómo fue bombardeado el edificio donde antes estudiaba.
Bajo el asedio, sus libros y materiales de estudio han desaparecido. Para mantener la mente ocupada, toma notas en los escasos documentos educativos que le quedan.
“Allí estaban todos mis recuerdos, mis ambiciones, mis metas. Allí cumplía un sueño. Era una vida para mí. Cuando iba al instituto, me sentía psicológicamente tranquila”, afirma.
“Allí estaban mis estudios, mi vida, mi futuro, donde me graduaría.”
(Información adicional de Olivia Le Poidevin en Ginebra; información de Michael Georgy; edición de Sharon Singleton; editado en español por Irene Martínez)