Por Jose Cabezas y Wilfredo Pineda
SUCHITOTO, El Salvador, 31 oct – En julio, Alberto Castillo se vio obligado a abandonar su lancha a orillas del Lago Suchitlán luego de suspender sus labores de pesca y viajes turísticos por la masiva proliferación de la lechuga acuática, una planta invasora que está devastando la vida de miles de familias alrededor del lago más grande de El Salvador.
A causa de la contaminación, las lluvias y los flujos de nutrientes que recibe de varios afluentes, la lechuga de agua se ha extendido desde mediados de julio por el lago artificial de 135 kilómetros cuadrados (km²), cubriéndolo casi por completo de un verde brillante, entorpeciendo la navegación, evitando el paso del oxígeno y matando a los peces y las plantas sumergidas.
Los Castillo son una de las 3,400 familias afectadas que viven alrededor del Lago Suchitlán, cuyas aguas generan la mayor cantidad de energía eléctrica del país desde la hidroeléctrica Cerrón Grande.
Por décadas, ellos se dedicaron al turismo de lancha y la pesca artesanal, una labor heredada por Alberto, de 27 años de edad. Pero ahora que “la peste” -como le llaman en Suchitoto- le impide navegar, ha tenido que hacer trabajos esporádicos de albañil y agricultor, aunque dijo que no logra ingresos suficientes para mantener a su esposa e hijo de cinco años.
“Nos ha afectado bastante”, reconoció Castillo sobre su lancha.
“Pero nosotros no tenemos las herramientas para poder frenar una peste tan grande como es esta planta, no podemos contra la fuerza de la naturaleza”, agregó.
La planta invasora Pistia stratiotes no se considera comestible para los humanos y se reproduce fácilmente sobre la superficie del lago, localizado a 45 kilómetros al norte de la capital San Salvador. Sus hojas onduladas forman una masa compacta que evita el paso del oxígeno. En países como Estados Unidos, particularmente en el estado Florida, es considerada una hierba mala porque entorpece el transporte por los canales.
Imágenes satelitales mostraban casi la totalidad del lago cubierto de verde a principios de octubre. La organización sin fines de lucro Fundesyram, que trabaja en la limpieza del embalse junto al Gobierno y los pobladores, estima que el 80% de él está afectado.
En los tres meses que los 3.000 pescadores no han podido zarpar, han perdido al menos 1.3 millón de dólares, según datos de la confederación de cooperativas pesqueras artesanales. Además, los restaurantes en las zonas aledañas han recortado personal y sus operaciones se han visto afectadas por un declive del turismo.
Mientras, en diferentes zonas del lago, centenares de soldados, trabajadores del Ministerio de Obras Públicas y habitantes realizan labores de limpieza y remoción de la lechuga.
Además, un conjunto de barcazas flotantes recorre el embalse para remover la planta. Hasta el 12 de agosto, las autoridades dijeron que habían logrado retirar 2,990 metros cúbicos (m³) de vegetación acuática, equivalente al 0.05% de la superficie del lago.
Algunas secciones han sido liberadas y delimitadas con cables de acero para impedir que la lechuga vuelva a ocupar esos espacios, pero la invasión todavía persiste y muchos, como Castillo, temen que “la peste” se extienda.
“Lo que resta de este año va a seguir el problema. Se puede limpiar cuando los vientos del norte vengan (en octubre o noviembre), porque el lago baja de nivel y la lechuga va a quedar en las orillas almacenada”, dijo Castillo.
“El detalle es que al siguiente año el embalse vuelva a subir de nivel y los ríos echen las crecientes y arrastren nuevamente esa lechuga hacia el embalse (…) en el lago no se puede controlar la contaminación”, se lamentó.
(Reporte de José Cabezas y Wilfredo Pineda en Suchitoto, El Salvador; Escrito por Diego Oré)












