Por Nidal al-Mughrabi, Olivia Le Poidevin y Hatem Khaled
EL CAIRO/GINEBRA/GAZA, 8 abr (Reuters) – Las bombas aún no han matado a Rehab Akhras ni a su familia, pero si los puestos de control que Israel ha cerrado desde principios de marzo no se abren pronto, dice que el hambre seguramente lo hará.
Seis semanas después de que Israel cortó por completo todos los suministros a los 2,3 millones de habitantes de la Franja de Gaza, los alimentos almacenados durante el alto el fuego de principios de año prácticamente se han agotado. Las distribuciones de comida de emergencia están llegando a su fin, las panaderías están cerradas y los mercados vacíos.
En un terreno abarrotado en un campamento de tiendas de plástico donde vive con su familia desplazada en Jan Yunis, Akhras, de 64 años, usa cartones para encender un fuego y hervir una lata de legumbres. Es todo lo que les queda.
“Somos una familia de 13 personas, ¿de qué nos va a servir una lata de habas?”, dijo. “Hemos sobrevivido a la guerra y hemos sobrevivido a los ataques aéreos mientras nos levantamos y nos vamos a dormir, pero no podemos sobrevivir al hambre, ni nosotros ni nuestros hijos”.
Al norte, en Nuseirat, cientos de palestinos hacían fila para conseguir arroz cocido caliente en una cocina de emergencia al aire libre. Los niños pequeños se agolpaban al principio de la fila, agitando cubos para llevarse algo a casa para sus familias.
Las agencias de ayuda que han estado suministrando esas comidas de emergencia dicen que tendrán que dejar de hacerlo dentro de unos días a menos que puedan traer más alimentos.
El Programa Mundial de Alimentos solía suministrar pan en 25 panaderías de toda la Franja de Gaza. Todas están ahora cerradas. Pronto tendrá que interrumpir la distribución de paquetes de alimentos en raciones reducidas.
CERCA DE LA HAMBRUNA
“Todos los suministros básicos se están agotando”, dijo Juliette Touma de UNRWA, la agencia de la ONU para la ayuda palestina. “Los precios de los productos básicos han aumentado exponencialmente desde hace más de un mes, cuando las autoridades israelíes pusieron sitio a la Franja de Gaza”.
“Esto significa que los bebés y los niños se van a la cama con hambre. Cada día que pasa sin estos suministros básicos, Gaza se acerca más a una hambruna muy profunda”.
Todos los gazatíes pueden citar ahora los increíbles precios de los pocos alimentos que quedan en los mercados: un saco de 25 kilos de harina que antes se vendía a 6 dólares cuesta ahora 10 veces más. Un litro de aceite de cocina, si se puede encontrar, cuesta 10 dólares en lugar de 1,50.
“Las distribuciones de alimentos han cesado casi por completo, y las existencias restantes se han desviado ahora para mantener las distribuciones de comida caliente durante unos días más, pero esto también terminará pronto”, dijo Gavin Kelleher, gestor de acceso del Consejo Noruego para los Refugiados en Deir al-Balah.
La organización benéfica Médicos Sin Fronteras afirma que está encontrando niños y mujeres embarazadas con desnutrición grave. Las madres lactantes están demasiado hambrientas para poder amamantar a sus hijos.
Israel niega que Gaza sufra una crisis de hambre. El Ejército acusa a los militantes de Hamás que han dirigido Gaza de explotar la ayuda, y afirma que debe mantener todos los suministros fuera para impedir que los combatientes se hagan con ellos.
“Las IDF (Fuerzas de Defensa Israelíes) están actuando de acuerdo con las directrices del escalón político. Israel no está transfiriendo ni transferirá ayuda a manos de organizaciones terroristas”, dijo el ejército.
El Ministerio de Asuntos Exteriores afirmó que 25.000 camiones de ayuda habían entrado en Gaza en los 42 días de alto el fuego -antes de cerrar la frontera a principios de marzo- y que Hamás había utilizado la ayuda para reconstruir su maquinaria bélica.
Hamás niega haber aprovechado la ayuda y acusa a Israel de utilizar el hambre como táctica militar.
En Nuseirat, Neama Farjalla sale todos los días a las 6 de la mañana, recorriendo con sus hijos la zona de guerra de comedor en comedor con la esperanza de conseguir un plato de arroz.
“Si no morimos por los ataques aéreos, moriremos de hambre”, dijo. “Cuando mi hijo pequeño me dice: ‘Mamá, quiero un vaso de leche’, se me parte el corazón”.
(Información de Olivia Le Poidevin en Ginebra, Nidal al-Mughrabi en El Cairo y Hatem Khaled y Ramadan Abed en Gaza; Edición en español de Javier López de Lérida)