Por Tom Westbrook y Dhara Ranasinghe
SINGAPUR/LONDRES, 11 abr (Reuters) – El dolor, dijo Shuntaro Takeuchi, era de 10 sobre 10. No en la cartera de acciones japonesas que dirige desde San Francisco, en California, sino en su apéndice.
Ocurrió justo cuando sus colegas de Matthews Asia estaban en una conferencia telefónica para trazar la ruta del gestor de activos de 7.000 millones de dólares en medio de un desplome del mercado.
“Estaba en una conferencia telefónica dos minutos antes de la operación”, cuenta Takeuchi. “La enfermera me dijo: ‘¿De verdad tiene que conectarse?'”.
En Tokio, el Nikkei se encaminaba a una caída del 4% el miércoles y se estaban borrando billones de dólares de la renta variable mundial, la mayor caída de valor en dólares de la que se tenga constancia.
Los 10 días de negociación desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, golpeó a los fabricantes de automóviles con aranceles han sido los más convulsos desde el pánico pandémico de 2020. Los precios de las acciones, los bonos, el petróleo, el oro e incluso el propio dólar han basculado salvajemente.
Las caídas de los bonos del Tesoro estadounidense -el activo seguro de referencia en los mercados mundiales- han sido las más fuertes en décadas, un síntoma de cómo los cimientos del comercio y las finanzas tambalean.
El desplome comenzó a raíz de lo que Trump denominó “Día de la Liberación”. El 2 de abril levantó el mayor muro de aranceles alrededor de la economía estadounidense en 100 años, con un impuesto general del 10% a las importaciones y tasas aduaneras aún más altas a algunos socios comerciales.
En la semana siguiente, la medida derivó en un conflicto económico abierto con China, que el viernes estaba en la práctica sometida a un embargo comercial estadounidense, con aranceles que aumentaron hasta el 145%.
Más de 5 billones de dólares en valor de mercado se han esfumado del índice MSCI de acciones mundiales durante la montaña rusa desde el 2 de abril.
La situación dejó al descubierto cómo los inversores no estaban preparados para la agresividad de los aranceles de Trump, y como su imprevisibilidad y su reversión corren el riesgo de perjudicar el lugar de Estados Unidos en el centro del universo financiero.
“Hemos tenido una fractura de la confianza y no sabemos cuáles son los efectos de segundo orden de la caída del mercado”, dijo Geoff Wilson, un veterano gestor de fondos en Australia.
“Podría haber algunos fondos de cobertura que se hayan hundido, podría haber otras consecuencias que solo se aclararán en las próximas semanas”. Sus fondos fueron compradores en las turbulencias.
Al principio, el epicentro de las ventas estaba en cualquier tipo de exposición al crecimiento económico: bancos, metales industriales y empresas como Apple que tienen sus cadenas de suministro ancladas en China.
Entonces, justo antes de la puesta de sol del 4 de abril en Pekín, el día de tumbas (Fiesta de Qingming), una festividad nacional para rendir pleitesía a los antepasados, China tomó represalias y puso un arancel del 34% a las importaciones procedentes de Estados Unidos.
El petróleo cayó a su nivel más bajo en cuatro años y el principal índice bursátil mundial rompió el umbral de lo que los expertos llaman una “corrección”, es decir, una caída del 10% o más desde el último máximo.
Incluso el oro, considerado un refugio en tiempos de turbulencias, empezó a caer, una señal ominosa, ya que los inversores que se enfrentaban a peticiones de márgenes de garantía para operar se vieron obligados a vender sus activos más seguros para cuadrar las pérdidas.
Para Wong Kok Hoi, fundador y director ejecutivo de APS Asset Management en Singapur, se trataba de una situación que le preocupaba desde hacía años.
“Obviamente, ni en mis sueños más salvajes pensé que los aranceles podrían llegar al 125%”, dijo, mientras en los días siguientes aumentaban los gravámenes. “Básicamente, el comercio se detendrá entre las dos mayores economías del mundo”.
GUERRA COMERCIAL
En Wall Street, los banqueros se conectaron a conferencia telefónicas mundiales e intentaron tranquilizar a los clientes.
El fin de semana pasado se esperaba que Trump cediera antes de que se aplicaran los aranceles.
Pero al regresar de unos días de golf, los periodistas le preguntaron por los mercados en el Air Force One el domingo y respondió que “a veces hay que tragarse la medicina”.
Eso abrió las compuertas. Los futuros del Nasdaq 100 caían de pronto más de un 5% y los futuros del Nikkei tocaron fondo tras desplomarse un 8%, y luego siguieron cayendo.
El índice de volatilidad CBOE, apodado el “barómetro del miedo” de Wall Street, se disparó sobre los 60, un nivel que suele observarse durante crisis como la pandemia de 2020 o la financiera de 2008.
El S&P 500 terminó la jornada un 17% bajo del máximo histórico que había alcanzado apenas siete semanas antes. Christopher Forbes, responsable para Asia de CMC Markets, dijo que el viernes y el lunes fueron los días de mayor volumen de negociación de los que se tiene constancia.
Takeuchi, en California, aparte de su prisa por operarse, intentaba asegurarse de que su cartera estuviera lo más protegida posible.
“Hicimos ‘trading'”, dijo, comprando y vendiendo cuando las acciones en su libro o lista de vigilancia alcanzaban precios objetivo o de compra, encontrando compañías con exposición limitada a Estados Unidos, pero sin querer hacer grandes apuestas sobre sectores o el resultado de la guerra comercial de Trump.
“No quiero ser demasiado dramático al respecto. Lo que estamos haciendo es no entrar en pánico, controlar el riesgo y centrarnos en la selección de valores”.
LOS BONOS SE QUEMAN
Durante meses se esperó que los mercados de divisas, como medio del comercio global, fueran la primera línea de ajuste de precios a los aranceles.
La conmoción, en cambio, vino de los bonos. Poco después de que los aranceles entraron en vigor en plena noche neoyorquina, una oleada masiva de ventas golpeó a los bonos del Tesoro en Asia el miércoles.
Los rendimientos, que normalmente se mueven lentamente porque el mercado es líquido y profundo, subieron salvajemente y desataron la fase más maníaca -hasta ahora- de la rabieta arancelaria de los mercados.
El rendimiento del Tesoro a 10 años saltó casi 20 puntos básicos en dos horas, en lo que los operadores tomaron como una señal de venta forzada en algún punto o, lo que es aún más preocupante, de que los bonos estadounidenses estaban flaqueando como activo de refugio.
Pero en cuestión de horas, los mercados se vieron sacudidos de nuevo. Trump sorprendió al mundo anunciando una suspensión de los aranceles bilaterales más altos, manteniendo un impuesto general del 10% sobre las importaciones y aumentando de nuevo los gravámenes a China.
La renta variable se disparó con algunas de las mayores ganancias porcentuales desde 2008, pero, con tanta incertidumbre, ha vuelto a tambalearse.
Martin Whetton, jefe de estrategia de mercados financieros de Westpac y veterano de 30 años en los mercados de Sídney y Londres, dijo que la sesión del miércoles en la renta fija no tiene precedentes históricos.
“Que el dinero no se apresure a asegurarse una financiación en dólares, a comprar bonos del Tesoro y dólares estadounidenses por seguridad, es sorprendente y una clara advertencia”, afirmó.
El viernes, en la undécima sesión desde que se anunciaron los aranceles de Trump a los automóviles, el cansancio se había apoderado de los mercados, pero había poca sensación de que el polvo se esté asentando. Pekín aumentó el viernes sus aranceles a las importaciones estadounidenses hasta el 125%.
Las acciones cayeron y el dólar se hundió a un mínimo de una década frente al franco suizo. Se habló de si el período marca el comienzo del fin del dominio de Estados Unidos en las finanzas mundiales.
“Es como si hubiéramos tenido un año de negociación en unos pocos días”, dijo Jack McIntyre, gestor de cartera de Brandywine Global de Estados Unidos, que gestiona casi 60.000 millones de dólares en activos.
“Uno se enfoca en las cosas que conoce”, señaló, con la vista puesta en nuevas caídas del dólar, mientras la mayor economía del mundo se ralentiza y, tal vez, el resto del mundo siga vendiendo activos estadounidenses.
(Reporte de Tom Westbrook en Singapur y Dhara Ranasinghe en Londres; contribución de Junko Fujita en Tokio, Siyi Liu en Singapur y Mei Mei Chu en Pekín; edición en español de Javier López de Lérida)