Afganistán se enfrenta a una crisis duradera tras los terremotos ante la escasa ayuda

KARACHI/BAMBA KOT, AFGANISTÁN, 11 sep (Reuters) – Los terremotos que asolaron este mes las aldeas del este de Afganistán destruyeron viviendas y ganado, los únicos bienes que poseían la mayoría de las familias, dejando a los supervivientes casi sin nada que reconstruir mientras la ayuda se agota.

Al menos 2.200 personas murieron y más de medio millón resultaron afectadas cuando un fuerte terremoto sacudió la región la noche del 31 de agosto, seguido de una serie de fuertes réplicas. Los seísmos han dejado sin hogar a decenas de miles de personas, y algunos temen nuevos corrimientos de tierra.

Abdul Ghafar, de 52 años, vive con su familia de diez miembros bajo una lona en Bamba Kot, un pueblo de la provincia oriental afgana de Nangarhar, desde que se produjeron los seísmos. Las paredes de su casa de piedra están agrietadas, los techos se han derrumbado y el suelo está cubierto de escombros, lo que obliga a la familia a dormir fuera.

“Solo necesitamos una tienda de campaña”, dice, y añade que las autoridades se han negado a registrar su casa dañada como inhabitable.

Para muchas familias de las zonas rurales de Afganistán, las casas, las tierras y el ganado son lo único que pueden considerar suyo.

“En Afganistán, los hogares almacenan su riqueza en casas, tierras y ganado, así que cuando los terremotos destruyen estos bienes, de la noche a la mañana se hunden economías enteras”, afirmó Jennifer Brick Murtazashvili, profesora de la Universidad de Pittsburgh especializada en gobernanza en Estados frágiles.

Stephen Rodriques, representante residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Afganistán, declaró que más de 1,3 millones de animales se vieron afectados en las provincias de Nangarhar y Kunar, las más castigadas, y que los almacenes de grano y los sistemas de riego quedaron destruidos, poniendo en peligro el suministro de alimentos y la próxima temporada de siembra.

Según el Consejo Noruego para los Refugiados, más de 7.000 cabezas de ganado murieron y siete sistemas de riego quedaron destruidos, además de otros dañados.

“Cuando esos productos desaparecen, se reduce la producción, suben los precios de los alimentos y se perjudica a largo plazo la nutrición y la salud, especialmente de los hogares más pobres”, afirmó Ilan Noy, catedrático de Economía de las Catástrofes y el Cambio Climático de la Universidad Victoria de Wellington.

“Sin financiación, la recuperación llevará mucho más tiempo y se crearán efectos en cascada a largo plazo que pueden prolongarse durante mucho tiempo, posiblemente entre generaciones”, añadió.

(Información de Ariba Shahid en Karachi, Mohammad Yunus Yawar y Sayed Hassib en Bamba Kot, Afganistán; edición de Raju Gopalakrishnan; editado en español por Irene Martínez)

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